Mil millones de hambrientos: claves, causas y nombres propios de un drama planetario

Miguel Máiquez, 19/09/2009

«Se puede derrotar el hambre, pero sólo cuando el mundo se tome el hambre en serio». Son palabras de Josette Sheeran, directora del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, tras informar, esta misma semana, de que ya hay mil millones de hambrientos en todo el planeta (aproximadamente uno de cada seis habitantes del mundo, o más de 20 veces la población total de España). Es la cifra más alta de la historia.

Las estadísticas del hambre llevan siendo espeluznantes desde hace ya muchas décadas. Los cientos de millones de personas que no tienen para comer cada día bien parecen un motivo suficiente para haber empezado a hablar de crisis hace mucho tiempo. Y, sin embargo, se diría que no nos hemos dado cuenta de que algo falla en nuestro sistema económico global hasta que se han hundido nuestras bolsas, nuestros bancos y nuestras empresas.

La crisis financiera internacional ha llevado y está llevando pobreza y paro a muchas personas en el primer mundo, pero, según advierte el PMA, está resultando especialmente devastadora en el tercero, víctima principal, además, del encarecimiento de los alimentos en estos últimos años. La ayuda humanitaria, mientras tanto, se encuentra en mínimos históricos.

El problema, advirtió Sheeran, supone «una receta para el desastre y una amenaza para la paz, la seguridad y la estabilidad en muchos lugares del mundo”. «Muchas personas se despiertan y no tienen ni una taza de comida», resumió.

¿Cuáles son las causas del hambre? ¿Quiénes la sufren y dónde? ¿Qué estamos haciendo para combatirla? ¿Cuánta ayuda se da y cuánta haría falta? ¿Qué perspectivas de futuro hay? Las claves, junto a los testimonios de las víctimas.

Una definición de hambre

El Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo define el hambre como una situación de subconsumo alimentario o desnutrición, habitualmente crónica.

Añade que el hambre puede presentar diferentes formas y niveles de gravedad. En algunos casos se trata de una desnutrición moderada y crónica, que afecta a amplios colectivos desfavorecidos; en otros, particularmente durante las hambrunas, se trata de un hambre aguda que puede desembocar en la muerte.

El hambre endémica, por su carácter cotidiano y persistente, no recibe en la agenda internacional y en los medios de comunicación la atención que suelen obtener las hambrunas, procesos particularmente virulentos en periodos determinados.

Un día comemos un poco de frijoles, al día siguiente arroz y al tercer día rábanos. Nunca comemos carne. Criamos conejos, pero tenemos que venderlos.

Santa Sebastiana, Guatemala (Testimonio recogido por la BBC en septiembre de 2009)

Colapso total

El hambre como problema cotidiano es mucho más que un estómago vacío. Las víctimas de lo que la ONU entiende como hambre sobreviven durante semanas, e incluso meses, con menos de las 2.100 calorías que una persona media necesita al día para llevar una vida saludable. Ello implica, entre otros efectos:

  • Pérdida general de energía, con la consiguiente reducción de la actividad física.
  • Reducción de la actividad mental y de la capacidad de concentración.
  • Pérdida de iniciativa: Un niño hambriento pierde el deseo de jugar o estudiar.
  • Debilidad del sistema inmunitario, con el consiguiente aumento de la mortalidad por infecciones comunes (diarreas, por ejemplo), especialmente en los niños (cada año mueren cerca de 11 millones antes de los 5 años, y la malnutrición está directamente asociada con el 53% de estas muertes, según datos de The American Journal of Clinical Nutrition).
  • Angustia psicológica ante la imposibilidad de encontrar alimento en el futuro.

La peor ‘enfermedad’

El número de personas cuya salud está amenazada por el hambre es mayor que el de todas las que sufren sida, malaria y tuberculosis juntas.

Hacia atrás

La lucha contra el hambre en el mundo parecía estar avanzando al fin en el último cuarto del siglo pasado. Entre 1970 y 1997, según datos del Programa Mundial de Alimentos, el número de hambrientos bajó de 959 millones a 791 millones, principalmente debido a los avances conseguidos en este sentido en gigantes de población como China e India.

A partir de mediados de los noventa, sin embargo, la tendencia se invirtió, y la cifra de hambrientos en los países en desarrollo comenzó a incrementarse a razón de más de un millón por año, acelerándose después hasta el número actual de 1.000 millones, el más alto de la historia.

Lo hemos perdido prácticamente todo a causa de la sequía. Los animales que nos quedan están demasiado débiles. Mi marido está fuera buscando pastos en los montes. Tengo seis hijos. Si la ayuda internacional deja de llegar podemos morir.

Margaret Legei, Kenia (Testimonio recogido por el PMA y publicado en septiembre de 2009)

Las causas coyunturales: «Dos tormentas juntas»

La vulnerabilidad de las personas que pasan hambre en el mundo se ha agravado en estos últimos años debido, en palabras de la directora del PMA, Josette Sheeran, a “dos tormentas que han coincidido y están golpeando: la crisis financiera internacional y el encarecimiento de los alimentos”.

La primera se ha llevado por delante cientos de empresas y bancos, ha reducido los créditos, ha aumentado el paro y la pobreza, y ha hecho a los gobiernos del primer mundo adoptar medidas drásticas de ajuste presupuestario.

La segunda, fruto del desorbitado aumento del precio del petróleo en 2007 y 2008 (con el polémico uso del biodiésel de fondo), del incremento de la demanda en algunos países, de políticas agrarias y comerciales restrictivas, y del cambio climático, entre otros factores, llegó a disparar los precios de los cereales hasta en un 40%.

En cualquier caso, y según explica Jean Zigler, relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, «hay dos tipos de hambre: la coyuntural y la estructural. La coyuntural es la hambruna a la que estamos acostumbrados en Darfur, Etiopía o en periodos de guerra, y es fruto del hundimiento de una economía. Este hambre causa el 5% de víctimas. El hambre estructural está implícita en las estructuras del subdesarrollo. Causa el 95% de las muertes y es el hambre que realmente pide a gritos la intervención de la comunidad internacional».

Mi familia y yo teníamos que vivir con un kilo escaso de arroz al día, y tengo dos hijos. Los precios estaban muy altos. Cuando encontraba algún trabajo podíamos tener una comida al día; cuando no, pasábamos hambre. Ahora nos va un poco mejor, gracias a la ayuda internacional.

Samia Begum, Bangladesh (Testimonio recogido por el PMA y publicado en septiembre de 2009)

Las causas estructurales

¿Cuáles son las causas profundas del hambre? ¿Cómo es posible que, en un planeta cuyos recursos agrícolas serían suficientes para alimentar a 12.000 millones de personas ‑el doble de la población mundial‑, uno de cada seis seres humanos no tenga para comer? Desde los años 70 la producción de cereales se ha triplicado, mientras que la población mundial sólo se ha duplicado…

Las razones son muchas, son complejas, y no hay unanimidad al respecto. En un extremo se encuentran los que culpan del hambre exclusivamente a los desastres de la naturaleza y a la ineptitud de los gobiernos afectados; en el otro, los que colocan la responsabilidad total en el sistema capitalista, las multinacionales y los intereses de los grandes de bancos.

Como suele suceder, la respuesta se acercaría más a una combinación de todos estos factores. Hay sequías y también hay explotación financiera. Hay ineficacia política y también intereses y leyes de mercado que evitan el desarrollo de las economías locales. Hay superpoblación y también faltan manos en muchos lugares del mundo.

Concretando

El Programa Mundial de Alimentos pone el acento en las siguientes causas del hambre:

  • Desastres naturales. Inundaciones, sequías prolongadas… Actualmente, la sequía es la causa directa del hambre más importante, con crisis humanitarias graves desde 2006 en Etiopía, Somalia o Kenia. El PMA señala, no obstante, que el cambio climático está agravando condiciones ya de por sí adversas, particularmente en el Cuerno de África y en países centroamericanos como Guatemala. En este sentido, la ONG Oxfam presentó este verano un informe basado en entrevistas a agricultores de 15 países. En ellas se refleja cómo están cambiando ciclos meteorológicos que antes eran estables, y cómo cada vez llueve menos.
  • Guerra. Desde 1992, el porcentaje de crisis por hambre atribuibles a causas exclusivamente humanas ha pasado de un 15% a un 35%. Y la gran mayoría de estas «causas humanas» tienen forma de conflictos bélicos. El caso de Darfur es uno de los más evidentes en la actualidad. Por otro lado, la ONU ha denunciado en reiteradas ocasiones el uso del hambre como arma contra el enemigo (destrucción de cosechas y mercados locales, contaminación o minado de pozos de agua, granjeros obligados a abandonar sus propiedades…). En países con semejantes condiciones climáticas, la guerra marca la diferencia: En las naciones castigadas por los conflictos de África central, la proporción de hambrientos creció en los años noventa del 53 al 58%. En Malawi o Ghana, más pacíficos, la malnutrición se redujo en esos mismos años.
  • Pobreza. El PMA destaca que en los países en desarrollo los granjeros no tienen a menudo el dinero necesario para comprar las semillas o herramientas que necesitan para cultivar. Otros carecen de tierras, de agua o de la educación necesaria: «Los pobres están hambrientos, y el hambre les hace aún más pobres».
  • Infraestructura agrícola. La falta de carreteras adecuadas y de sistemas de almacenaje e irrigación se traduce en encarecimiento del transporte, problemas de distribución y escasez de agua. A pesar de que la mayoría de los países en desarrollo dependen de la agricultura, sus gobiernos otorgan más énfasis, en muchos casos, al desarrollo urbano.
  • Sobreexplotación. Malas prácticas de cultivo, deforestación… Las tierras fértiles van acusando cada vez más problemas de erosión, salinificación y desertificación.

En casa no hay comida. Bebemos té negro o hervimos cortezas de árbol y bebemos el líquido. La corteza tiene un sabor muy fuerte y me marea, pero me quita el hambre. Antes de la sequía, mi padre tenía unas 100 vacas. En los dos últimos meses, más de la mitad han muerto de hambre. Para salvar al resto mi padre y mis hermanos mayores se fueron con los animales a Somalia en busca de pastos, y nos dejaron atrás a mí, a mi madre y a mis hermanos pequeños.

Khalil Mahmoud, 14 años, Kenia (Testimonio recogido por Unicef en enero de 2006)

«La mentira neoliberal»

Para el relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, sin embargo, todos estos factores palidecen ante la causa principal: el actual sistema económico neoliberal: «Ideologías mentirosas como el neoliberalismo ‑señala Jean Ziegler- suponen hoy en día la legitimación del gran capital internacional y de muchos de los gobiernos más poderosos del mundo. Nos dicen que no podemos hacer nada contra la mano invisible del mercado, que las leyes económicas son como las astronómicas, inmutables, y que pueblos enteros simplemente quedan excluidos del desarrollo… Y, mientras, el precio de los alimentos se fija en las grandes bolsas especulativas».

«El comercio mundial de los cereales ‑continúa Ziegler- está dominado por siete grandes bancos. Las 500 multinacionales más grandes del mundo, cuyo objetivo no es la distribución de la riqueza, sino la obtención de beneficios, controlan más del 50% del producto bruto mundial. No existe la fatalidad».

Mitos sobre el hambre

En el libro Hambre en el mundo: 12 mitos, Frances Moore, Joseph Collins, Peter Rosset y Luis Esparza señalan como falacias varias de las afirmaciones que se tiende a dar por sentadas con respecto al problema del hambre. Éstas son algunas de ellas, y los argumentos de los autores:

  • No hay alimentos para todos. Falso: Se produce suficiente trigo, arroz y otros granos como para proveer a cada ser humano de 3.500 calorías al día.
  • La culpa es de la naturaleza. Falso: El problema es la miseria en la que viven las poblaciones golpeadas por los desastres naturales. Los mismos fenómenos meteorológicos tienen efectos muchos menores en el primer mundo.
  • Hay demasiada gente. Falso: Por cada país densamente poblado y con problemas de hambre como Bangladesh, hay países como Nigeria o Bolivia, donde abundantes recursos alimentarios coexisten con el hambre. Además, el rápido crecimiento de la población y del hambre son endémicos en las sociedades donde la propiedad de la tierra, el trabajo, la educación y el cuidado de los ancianos están fuera del alcance de la mayoría.
  • Hay que elegir entre el hambre y el medio ambiente. Falso: La mayoría de los pesticidas usados en el Tercer Mundo son aplicados a los cultivos de exportación, que juegan un papel muy pequeño en la alimentación de los hambrientos. Alternativas ecológicas como los cultivos orgánicos o la agricultura sostenible siguen siendo minoritarias.

Después de la crisis no nos quedaba nada para compartir con las otras familias. El sistema tradicional basado en la solidaridad y en el compartir con otros no podía funcionar porque todo el mundo era demasiado pobre.

Boubacar Amadou, aldea de Adebeji , Maradi, Níger (Testimonio recogido por Oxfam en agosto de 2005)

En números rojos

Paralelamente al incremento del número de hambrientos, el Programa Mundial de Alimentos afronta, según indicó Sheeran, «un grave déficit presupuestario». Este año sólo ha recibido 1.779 millones de euros de los 4.585 millones que son necesarios para dar de comer a 108 millones de personas en 74 países.

Sobre el terreno, esa falta de fondos se traduce en recortes importantes de programas que se están desarrollando actualmente en países como Guatemala, Kenia y Bangladesh.

La directora del PMA remarcó que, con «menos del 1%» de las inyecciones económicas que han hecho los gobiernos para salvar al sistema financiero global, se podría resolver la calamidad de millones de personas que son víctimas de la hambruna.

Sheeran hizo un «llamamiento urgente» al G‑8 y al G‑20 para que atajen un problema que necesita algo más que «soluciones a largo plazo».

El pasado mes de enero, el Gobierno español anunció una aportación de 1.000 millones de euros durante los próximos cinco años para luchar contra el hambre y promover una agricultura sostenible en los países afectados. En julio añadió otros 500 millones a esa cantidad.

Cuando los vi en la carretera [granos de maíz caídos de un vehículo], pensé «Dios me ha alimentado, me acaba de dar comida». Había ido a mendigar algo para mis hijos. Entonces vine aquí, no sé por qué, igual fue Dios el que me guió, y encontré esto para comer. No sé si seguir recogiendo esta comida o irme a casa a alimentar a mis hijos que me esperan hambrientos. No han comido nada desde ayer.

Naramat Kuyato, Tanzania (Testimonio recogido por Oxfam en abril de 2006)

Las cifras del hambre

Mil millones de personas padecen hambre en el mundo, pese a que el derecho a la alimentación figura en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Según la ONU, el 95% de los desnutridos vive en los países en desarrollo.

En la Cumbre de la Alimentación en 1996, los países del Fondo para la Agricultura y la Alimentación de la ONU (FAO) se propusieron reducir a la mitad hasta 2015 el número de hambrientos, que entonces eran 800 millones. Para alcanzar esa meta habría que lograr que 30 millones de personas dejasen de pasar hambre cada año.

Cada día mueren 24.000 personas de hambre y 100.000 por causas relacionadas con la desnutrición, lo que supone 35 millones de muertes al año, según Jean Ziegler.

El hambre se ha agravado principalmente en el África subsahariana, donde 45 millones de personas se han incorporado a las víctimas de la malnutrición crónica en los últimos 15 años, llegando a sumar 220 millones, un tercio de la población continental (los datos son de 2007).

Campesinos, ganaderos, granjeros, mujeres y niños son los principales afectados.

Antes teníamos una granja grande, de cinco hectáreas. La fuimos vendiendo de hectárea en hectárea para sobrevivir. Ahora ya no podemos cultivar más… No tenemos comida porque no hay nadie que pueda ir a buscarla; mis hijos mayores están muertos. Antes podía trabajar, pero ahora nos quedamos con hambre porque no puedo hacer nada. Echo de menos mi tierra.

Milembe Mwandu, Shinyanga, Tanzania (Testimonio recogido por Oxfam en abril de 2006)

La geografía del hambre

Treinta y tres países padecen niveles alarmantes de hambre, según el Índice Global del Hambre 2008, del Instituto Internacional para la Investigación en Políticas Alimentarias (IFPRI). El peor situado es la República Democrática del Congo, seguido de Eritrea, Burundi, Níger, Sierra Leona, Liberia y Etiopía.

Para confeccionar el ranking, el IFPRI analizó 88 países de Asia, África y Latinoamérica (excluidos Irak, Somalia y Afganistán por falta de datos). Se aplicaron tres indicadores: la tasa de desnutrición infantil, la mortalidad infantil y la proporción de población con deficiencias calóricas.

El Índice no incluye los efectos de la actual crisis financiera mundial y su repercusión en el precio de los alimentos, pero indica los países más vulnerables como importadores netos de grano.

Por áreas geográficas, el 62% de la población desnutrida vive en Asia y en el área del Pacífico; el 24% corresponde al África subsahariana y el 53% están Latinoamérica y el Caribe. El resto, en Oriente Próximo y el norte de África.

El ganado es tan sólo huesos, no hay carne. Los huesos se están convirtiendo en juguetes para los niños.

John Egialan, Jefe adjunto de Naadunga, Turkana, Kenia (Testimonio recogido por Oxfam en marzo de 2006)

Las zonas críticas

Desde 1990 algunas regiones han progresado en seguridad alimenticia, como el sureste asiático, Latinoamérica y el Caribe, Oriente Próximo y el norte de África. Pero los avances en el África subsahariana han sido mínimos.

En el sur de Asia, sigue prevaleciendo la malnutrición en niños menores de cinco años, debido a la situación de desigualdad de las mujeres (nutricional y educacional), la escasez de programas de alimentación y salud, y de acceso al agua, informa Efe.

El África subsahariana continúa lastrada por una elevada tasa de mortalidad infantil y de población desnutrida. A la ineficacia gubernamental y los conflictos armados, se añaden las altas tasas de sida.

El dinero que hace falta

El IFPRI calcula en 14.000 millones de dólares anuales las necesidades de inversión pública a nivel mundial para superar la crisis alimenticia y conseguir los Objetivos del Milenio de la ONU de reducir a la mitad la pobreza en el mundo en 2015.

Este desarrollo, como el de los coches, que está estresando a la tierra; y la quema de plásticos, que está llenando el aire… Creemos que existe mucha conexión entre eso y lo que está ocurriendo ahora con las sequías. Si traes petróleo y gasolina y lo tiras sobre la hierba, ésta no crece; así que ¿qué están haciendo todos estos coches y estas innovaciones? Cada día hay más enfermedades… unas que nunca habíamos visto antes.

Sesophio, desplazado del Serengeti por la sequía Tanzania (Testimonio recogido por Oxfam en marzo de 2006)

Los objetivos del milenio

En 1996, en la Cumbre de la Alimentación de la FAO, se adoptó la Declaración de Roma, que compromete a la comunidad internacional a rebajar para 2015 a 400 millones el número de hambrientos en el mundo.

En septiembre de 2000, en la histórica Cumbre del Milenio de la ONU, se aprobaron metas concretas para reducir a la mitad la extrema pobreza para 2015. Pero para alcanzar los «objetivos del Milenio» las economías de los países en desarrollo deberían crecer un mínimo del 3% anual, y entre 2001 y 2003 crecieron sólo el 1,6%.

Algunos países han cumplido el compromiso de dedicar el 0,7% de su PNB a ayuda directa al desarrollo y otros han fijado plazos para ello. El Banco Mundial estima que la meta de 2015 no se alcanzará si su costo global, que actualmente es de 50.000 millones de dólares, no se duplica.

No sólo dinero

Pero la guerra contra el hambre no podrá ganarse sólo con recursos económicos. ONG como Manos Unidas, Acción contra el Hambre y muchas otras llevan años ofreciendo propuestas. Éstas son, en resumen, las de Oxfam:

Los gobiernos de los países en desarrollo deben:

  • Asegurar que las comunidades afectadas tienen acceso a los ingresos y al alimento a través de medidas de protección social.
  • Utilizar reservas para abastecer a las poblaciones afectadas por la crisis, reducir la volatilidad de los mercados de alimentos y asegurar que las políticas fiscales y arancelarias mejoran el acceso al alimento.
  • Ofrecer un espacio adecuado para que las organizaciones de la sociedad civil y el sector privado puedan jugar un papel activo (participación en la distribución de la ayuda, establecimiento de un plan de seguros y créditos, etc).
  • Realizar políticas en coordinación con todos los ministerios relevantes, las agencias internacionales y los grupos de la sociedad civil.

Los donantes y las organizaciones internacionales deben:

  • Proporcionar asistencia técnica y financiera a los estados afectados, invirtiendo en las capacidades nacionales para lograr una capacidad de respuesta duradera al hambre y apoyando las iniciativas regionales.
  • Aumentar la financiación para las transferencias de efectivo a las familias más necesitadas y reducir el énfasis en ayuda alimentaria en especie.
  • Reformar la Convención de Ayuda Alimentaria, que recibe compromisos anuales de ayuda alimentaria de los donantes, para que reciba fondos predecibles. Estos compromisos deberían ser obligatorios.

Las ONG internacionales deben:

  • Reforzar el apoyo a los mecanismos nacionales y locales de prevención y respuesta a las crisis alimentarias en vez de limitarse al suministro directo de ayuda.
  • Apoyar a las ONG locales para que participen en el diseño y ejecución de las políticas nacionales alimentarias, agrícolas y de protección social.

Unas 100.000 personas mueren de hambre, o de sus consecuencias inmediatas, cada día. Un niño de menos de 10 años muere cada siete segundos y cada cuatro minutos otro queda ciego por falta de vitamina A. El orden mundial no es sólo asesino, sino absurdo, pues mata sin necesidad. Hoy ya no existen las fatalidades. Un niño que muere de hambre hoy, muere asesinado.

Jean Ziegler, relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación

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