La crisis cobra protagonismo ibérico: el batacazo de Portugal y lo que le espera a España

Miguel Máiquez, 11/04/2011

La historia se repite, y van ya tres veces en apenas un año. Primero fue Grecia; luego, Irlanda, y ahora, Portugal. El país vecino, agobiado por una deuda pública fuera de control, presionado por los mercados internacionales y en plena crisis política, ha tenido que pedir finalmente a la Unión Europea que acuda en su ayuda con un millonario rescate financiero.

En España, el Gobierno es optimista y asegura que no seremos los próximos. Bruselas, de momento, también lo descarta, pero algunos expertos no lo ven tan claro y piensan que el efecto dominó no va a hacer una excepción.

En cualquier caso, los ojos de la eurozona, y más aún los de los acreedores y los inversores, están posados en la Península Ibérica.

Estas son las claves de la maltrecha economía portuguesa, su relación con España y los efectos que esta nueva caída puede tener para nuestro país en general, y nuestras empresas en particular.

Tocando fondo

El pasado miércoles, el primer ministro en funciones de Portugal, José Sócrates, aparecía en televisión para anunciar que su país tiraba la toalla. Después de cinco meses de lucha, y ante la presión de los mercados, el Gobierno portugués reconocía que no está en condiciones de pagar su enorme deuda y solicitaba a la Unión Europea, como hicieran ya anteriormente Grecia e Irlanda, un rescate financiero.

80.000 millones y más recortes

Durante los próximos tres años, Portugal recibirá, en condición de préstamo, unos 80.000 millones de euros a cargo de la UE y del Fondo Monetario Internacional (a España le tocará aportar unos 5.000 millones).

A cambio, Lisboa deberá llevar a cabo un estricto plan de ajuste cuya base será, probablemente, similar al mismo IV Plan de Estabilidad y Crecimiento (PEC) que rechazó el Parlamento portugués el pasado mes de marzo.

Las medidas que deberá adoptar Portugal incluirán privatización de empresas públicas, reformas laborales para facilitar el despido y reducciones drásticas en el gasto público. El último PEC contemplaba asimismo rebajas en pensiones superiores a 1.500 euros.

Portugal lleva ya cerca de un año aplicando medidas de austeridad ante la crisis económica, y con el objetivo de rebajar su deuda. Entre otras, se ha aumentado el IVA del 21% al 23%.

Las causas

A diferencia de España, Portugal no ha sido víctima de la explosión de una burbuja inmobiliaria. Tampoco se puede achacar su crisis actual a un hundimiento de la banca, ya que este sector no está tan expuesto como en otros países.

La debacle económica portuguesa tiene sus raíces, aparte de en factores comunes causados por la crisis global, en un progresivo deterioro de la competitividad de su economía, cuyo crecimiento ha sido extremadamente débil a lo largo de los últimos diez años (en 2009 llegó a contraerse en casi un 3%).

Muy dependiente de las exportaciones, a Portugal le sobrevino la crisis con un terreno abonado para acumular deuda y no poder pagarla: La economía lleva años estancada, con el peor índice de crecimiento en casi un siglo, un desempleo del 11% (el peor dato en 30 años), un excesivo gasto público (especialmente en infraestructuras relacionadas con el transporte) y una tasa de ahorro muy baja. Entre 1998 y 2008 emigraron del país 700.000 personas.

En estas condiciones, la deuda pública, que era el 50% del PIB en el año 2000, pasó a ser del 92,4% a finales del año pasado.

Un callejón sin salida

Igual que ocurrió en Grecia, el problema del endeudamiento portugués es el de la pescadilla que se muerde la cola. Al haber acumulado una deuda tan grande para poder hacer frente a su déficit público, los mercados empezaron a dudar de su solvencia, el país entró en claro riesgo de impago y la demanda exterior (uno de los pilares de la economía lusa) empezó a bajar.

Pero el Estado necesita dinero, y para que los inversores de los mercados internacionales se lo sigan prestando, no tiene más remedio que ofrecer una mayor rentabilidad por sus bonos. Los especuladores financieros lo saben y aprovechan para vender el dinero lo más caro que pueden. Saben, también, que al final la UE acudirá al rescate para evitar la bancarrota, por lo que no dudan en reforzar sus posiciones.

La consecuencia de todo esto es un sobrecoste que acaba hipotecando todo el dinero que ingresa el Estado, y así no es posible ni reducir el déficit ni emprender medidas para ayudar a la economía. Destinar tantos recursos al pago de intereses frena la la actividad económica y hace menos efectivas las medidas de ajuste adoptadas para reducir el déficit.

El único modo de romper este círculo vicioso es encontrar financiación, y por eso, tras intentar desesperadamente otras fórmulas sin éxito, Portugal ha acudido a la ayuda de Bruselas.

¿Y por qué no entra en suspensión de pagos?

Si Portugal no fuese miembro de la UE, entrar en suspensión de pagos (es decir, dejar de pagar los intereses o tratar de llegar a un acuerdo con los inversores con el fin de que acepten pagos más bajos o condonen parte de la deuda) sería tentador. Pero esta opción conllevaría muchos problemas.

En primer lugar, los países de la eurozona consiguen dinero prestado a intereses más bajos que los vigentes en el mercado privado, debido en parte a que se supone que tanto la UE como el Banco Central Europeo (BCE) garantizan que no van a entrar nunca en suspensión de pagos. Si esto no fuera así, los intereses serían mucho más caros a partir de ahora.

Una suspensión de pagos sería asimismo un problema grave para los bancos que han prestado dinero a Portugal, bancos que, a su vez, han recibido mucho dinero por parte del BCE.

La crisis política

La grave crisis financiera que ha explotado ahora en el país está íntimamente relacionada asimismo con la tensión política existente desde que, el pasado 23 de marzo, el primer ministro, el socialista José Sócrates, dimitió tras el rechazo en bloque de todos los partidos de la oposición a su cuarto plan de ajuste. Esta situación de inestabilidad e incertidumbre ha tenido un efecto demoledor en su relación con los mercados.

Portugal celebrará elecciones anticipadas el próximo 5 de junio, tal y como anunció el 31 de marzo el presidente del país, Aníbal Cavaco Silva, quien aprovechó la convocatoria para pintar un negro panorama de la realidad económica, política y social del país, al tiempo que pidió a todos los partidos que ayuden a lograr un ambiente político que permita superar los problemas nacionales «extremadamente graves».

Las formaciones políticas lusas preparaban ya la campaña electoral, convencidas del inevitable adelanto de los comicios, que se confirmó horas después de que el Gobierno dimisionario reconociera un aumento de 3.000 millones de pérdidas en el sector público que eleva el déficit del pasado año desde el 7,3 al 8,6%.

Dependencia de España

Otro de los puntos débiles de la economía portuguesa es su gran dependencia de la española.

En 2009 Portugal exportó por valor de 31.338 millones de euros, y su principal cliente fue España (7.253 millones del total de las exportaciones), seguida de Alemania (4.075) y Francia (3.815). Respecto a las importaciones, que en ese mismo año alcanzaron los 48.487 millones de euros, también fue España el principal proveedor, con 14.456 millones (los principales productos exportados por España a Portugal son automóviles y material mecánico y eléctrico, mientras que de Portugal, nosotros importamos principalmente también automóviles, así como fundición de hierro y acero, plásticos y manufacturas).

Este desequilibiro queda también patente en la inversón: En 2008 España tuvo una inversión bruta en Portugal de 4.365 millones de euros, mientras que Portugal invirtió en España por valor de 227 millones. En las inversiones españolas ocupa un puesto especial la tasa de mercado de los bancos.

Del mismo modo, las fusiones o adquisiciones españolas lideran claramente los negocios en Portugal. Entre las operaciones más importantes destacan las compras de grandes paquetes de Somague por Sacyr, de Borealis por Repsol, de Lusotur por Prasa y de Portugal Telecom por Telefónica.

El margen de maniobra

Las armas con las que cuenta el Gobierno portugués para salir del atolladero en que está metida su economía no son muchas. La fiscalidad en el país es ya muy alta, y con los recortes de gasto público que van a aprobarse, los ingresos del Estado se pueden reducir más aún. Y todo ello en un contexto de crecimiento nulo.

Paso a paso

Los momentos y los datos claves de la crisis portuguesa, en una breve cronología del camino que ha recorrido el país vecino hasta llegar a la petición de rescate financiero:
2009

2010

  • 12–3. Se aprueban en el Parlamento los presupuestos para 2010 presentados por el Gobierno socialista con la abstención de la oposición conservadora.
  • 25–3. El Parlamento respalda el primer Programa de Estabilidad y Crecimiento (PEC) con el apoyo del Gobierno socialista y la abstención de la principal fuerza opositora, los socialdemócratas (PSD) ‑centro derecha-. El plan de austeridad incluye una reducción del gasto social y militar, aumento de impuestos a las rentas más altas, congelación del salario de los funcionarios y privatización de bienes públicos.
  • 27–4. La agencia Standard & Poor’s (S&P) rebaja dos escalones la calificación de Portugal, debido a «la debilidad estructural» de su economía, fruto del deterioro de sus finanzas públicas y sus escasas perspectivas de crecimiento. La Bolsa de Lisboa se desploma un 5,36%.
  • 21–5. Sócrates supera una moción de censura presentada por la izquierda marxista por sus de medidas anti-crisis.
  • 9–6. El Parlamento aprueba el segundo PEC, que incluye ahora un aumento del IVA y del IRPF. El objetivo es reducir en cuatro años el déficit a menos del 3%.
  • 24–9. Los intereses que piden los inversores internacionales para comprar obligaciones a diez años del Tesoro portugués se disparan y alcanzan el 6,42%, la máxima penalización desde la introducción del euro, en 2002.
  • 10–11. Portugal subasta obligaciones a diez años a 6,806% de interés, una penalización récord consecuencia de la creciente desconfianza de los mercados en la economía lusa.
  • 11–11. El interés sobre la deuda pública portuguesa a diez años se dispara y alcanza el 7,37%, un nuevo máximo.
  • 15–11. El ministro portugués de Finanzas, Fernando Teixeira dos Santos, niega la existencia de contactos formales o informales para pedir ayuda a la UE y asegura que la apuesta de su país es seguir financiándose en el mercado.
  • 24–11. Los intereses sobre la deuda soberana de Portugal superan la barrera del 7%, cuando se celebra la jornada de huelga general convocada por los dos sindicatos mayoritarios del país, CGTP y UGT.
  • 26–11. El Parlamento aprueba el tercer PEC incluido en los Presupuestos de 2011 con el apoyo del PS y gracias a la abstención de la oposición conservadora. Contiene un aumento del IVA (del 21 al 23 %), una rebaja de entre el 3,5% y el  10% en el salario de los funcionarios, congelación de pensiones y recostes de gasto e inversión estatal.

2011

  • 10–3. Sócrates supera, con la esperada abstención de la oposición conservadora, otra moción de censura (la sexta), presentada por la izquierda marxista ante la crisis económica y social del país.
  • 11–3. El Ejecutivo socialista presenta por sorpresa el cuarto PEC, que incluye un agravamiento de las pensiones más altas, cortes en la sanidad y limitación de los beneficios fiscales. La penalización sobre la deuda soberana de Portugal a cinco años se dispara hasta el 8%.
  • 23–3. Toda la oposición rechaza el cuarto programa de austeridad y provoca la dimisión del Gobierno liderado por Sócrates.
  • 25–3. Fitch y Standard&Poor’s rebajan la nota de la deuda portuguesa y dejan la calificación al borde del bono basura.
  • 29–3. La rentabilidad de los bonos lusos a tres, cinco y diez años supera el 8%. El interés dobla al ofrecido por la deuda española.
  • 30–3. Por primera vez, la deuda portuguesa rompe la barrera del 9% en los bonos a cinco años.
  • 31–3. El presidente de Portugal, el conservador Aníbal Cavaco Silva, convoca elecciones legislativas anticipadas, poniendo fecha al fin de una crisis política que ha incrementado la presión de los mercados sobre la deuda soberana portuguesa.
  • 4–3. La deuda soberana lusa se acerca a los niveles que Grecia tenía cuando pidió oficialmente ser rescatada, con el bono a diez años en el 8,55%.
  • 4–4. El interés que Portugal paga por su deuda se eleva al 8,55% para los títulos a diez años, después de dos semanas de presión de los mercados.
  • 6–4. Sócrates anuncia que Portugal pedirá a la UE un rescate financiero.

¿Será España la siguiente?

Tras las caídas de Grecia, Irlanda y Portugal, el candidato obvio parece ser España. A fin de cuentas, de los cuatro países que algunos analistas anglosajones llaman peyorativamente PIGS (acrónimo de Portugal, Irlanda, Grecia y España ‑Spain‑, y que también significa ‘cerdos’), el único que queda es el nuestro. Son los Estados más castigados por la crisis y los que más deuda acumulan.

El Gobierno español, sin embargo, asegura que no será así. La ministra de Economía, Elena Salgado, ha insistido en que «España no corre ningún riesgo», ya que su economía «es mucho más grande [que la portuguesa], está mucho más diversificada y tiene un mayor potencial».

De la misma opinión es la Comisión Europea, que considera que «España ha cumplido sus compromisos». En este sentido, tanto Bruselas como los distintos gobiernos de la UE han alabado y apoyado en reiteradas ocasiones las medidas de sacrificio aprobadas por el Ejecutivo español.

Los mensajes tranquilizadores proceden asimismo de parte de la prensa especializada internacional (en especial, la más inclinada a bendecir medidas de recorte y ajustes sociales). En un editorial de esta misma semana, por ejemplo, el Financial Times señalaba que «Gracias al valiente recorte del déficit público y las reformas estructurales, los mercados financieros ya no ven a España como una pieza de dominó condenada a seguir los pasos de Grecia, Irlanda y Portugal».

Entre las diferencias existentes entre las economías de Portugal y España destaca el hecho de que, si bien ambos países tienen como ejes el turismo y la dependencia de divisas externas, en España la industria y los sectores privados no vinculados a este sector son más productivos, exportan más y están más internacionalizados.

El ritmo de crecimiento, por otra parte, es muy distinto: Aunque a trancas y barrancas, la economía española podría estar empezando a salir de la recesión, mientras que Portugal volvió a entrar oficialmente en ella este año (su economía caerá el 1,3%, según el banco emisor del país).

A favor de España juega también el hecho de que nuestra economía es demasiado grande como para dejarla caer, o demasiado cara para ser rescatada, teniendo en cuenta, además, todo el dinero que Bruselas ha destinado ya a los países que han solicitado ayuda (cerca de 300.000 millones de euros). El proyecto comunitario correría un grave riesgo.

Más confianza

Al margen del precio social que se ha tenido que pagar para ello, la situación actual de España en los mercados financieros parece alejar el peligro de un rescate.

Nuestra prima de riesgo se ha visto reducida a 180 puntos, y la presión de los mercados hacia nuestro país es mucho menor que la que sufre el país vecino: El interés que Portugal tiene que pagar por los títulos de su deuda a 10 años, por ejemplo, es superior al 8%. El de España, en cambio, es del 5,232%.

Los bancos, ¿en riesgo?

Los bancos españoles, sin embargo, podrían tener más razones para preocuparse, ya que son, de las empresas que operan en Portugal, las más expuestas a esta crisis: De los 43.400 millones de euros que Portugal había colocado hasta noviembre de 2010 como deuda pública, las entidades financieras españolas habían adquirido más de 6.500 millones, siendo el Santander el que más deuda tiene.

En lo que respecta a la deuda privada, también existe vulnerabilidad: La banca española acumula una tercera parte de la deuda privada total de Portugal (70.000 de los 190.000 millones de euros que Portugal tiene repartido por todo el mundo).

Algunos expertos, no obstante, consideran que esta exposición de los bancos españoles (cerca de 79.000 millones de euros en total) es asumible, ya que supone tan sólo el 2,1% de sus activos.

Menos optimismo

Esta actitud tranquilizadora no es, sin embargo, compartida por todos.

Por un lado, los ajustes en España han reducido mucho el consumo interno, y por otro, como explica Ramón Sánchez Tabarés, de la Universidad de Barcelona, en la BBC, «la reducción de los salarios, de la capacidad adquisitiva, de las pensiones y de los sueldos de los funcionarios no plantean horizontes claros en un periodo de por lo menos un año o año y medio».

Tampoco es unánime la prensa internacional. El diario británico The Guardian publicaba este jueves un artículo de opinión en el que se señalaba que no hay razones para creer que la dinámica experimentada hasta ahora en la eurozona vaya a hacer una excepción con España.

En este sentido, se cumplirían tres de los cinco pasos típicos: 1) Se detecta que un país tiene problemas con los mercados financieros, 2) el país insiste en que no tiene problemas ni con su déficit, ni con su tasa de crecimiento, ni con sus bancos, 3) las agencias rebajan la calificación de la deuda del país, 4) el país admite que su déficit es peor de lo que esperaba, acaba rindiéndose a la presión de los mercados y pide ayuda, y 5) la UE le rescata y asegura que será el último país en tener que ser rescatado.

Por último, tampoco resultan muy alentadoras las cifras de paro. La tasa de desempleo en España (un histórico 20,5%) dobla a la de Portugal.

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