Cuerpos al sol: lo bueno, lo malo, lo aconsejable y los mitos

Miguel Máiquez, 29/06/2014

A principios de los años ochenta, el psiquiatra surafricano Norman Rosenthal le puso nombre y explicación científica a lo que muchas personas sufrían y sufren cada año con la llegada del invierno: Trastorno Afectivo Estacional. Conocido también como «depresión invernal», se trata de un estado cíclico producido por la falta de luz solar que afecta, en diferentes grados, a hasta un 20% de la población, sobre todo en los lugares de mayor latitud, con inviernos prolongados y pocas horas de luz diurna. Los síntomas van desapareciendo gradualmente según van siendo más largos los días y, para cuando llega al fin el verano, son apenas un mal recuerdo.

El sol no solo hace posible la vida; la hace, también, más llevadera. El problema es cuando parece que nunca tenemos bastante, por más informados que estemos acerca de sus riesgos. De hecho, la luz solar puede ser, especialmente en verano (cuando más fuerza tiene y más la hemos echado de menos), una auténtica droga. Literalmente.

Un estudio publicado hace solo unos días en la revista científica Cell revelaba que la exposición crónica a los rayos ultravioleta (UV) provoca la liberación de endorfinas (las llamadas hormonas del bienestar), que actúan a través de la misma vía que la heroína y otros medicamentos relacionados, lo que, en los roedores usados por los científicos, llevó a una dependencia física y a una auténtica conducta de adicción.

El hallazgo parece explicar por qué muchas personas pueden sentir un deseo instintivo de pasar horas tomando el sol, a pesar de los conocidos riesgos para la salud que ello supone. «Esta información podría servir como un medio valioso de educar a las personas para que reduzcan la excesiva exposición al sol, con el fin de limitar el riesgo de cáncer de piel, así como el envejecimiento prematuro de la misma que se produce con la repetida exposición al sol», dijo el autor principal del estudio, David Fisher, del Hospital General de Massachusetts y la Universidad de Harvard (Estados Unidos).

La exposición crónica a los rayos ultravioleta puede provocar dependencia física y una conducta de adicciónCáncer, envejecimiento prematuro… Pero también fuente de vitaminas esenciales, ayuda para las defensas del organismo, un factor importante en la mejora de nuestro estado de ánimo y, según algunos estudios, responsable incluso del aumento de la creatividad y la productividad (el doctor Rosenthal suele recordar aquí que Haendel compuso la mayor parte de su obra en verano). Tomar el sol, como todo en esta vida, tiene sus pros y sus contras.

Estos son los beneficios, los riesgos y algunos consejos a la hora de exponerse al sol:

Ventajas

Vitamina D

Uno de los efectos positivos más conocidos de la luz solar es su capacidad para promover la síntesis de vitamina D en el organismo. Esta vitamina, que está presente en pocos alimentos de manera natural, ayuda a calcificar huesos y dientes, ya que contribuye a que el cuerpo pueda absorber el calcio que necesita. Estudios recientes han detectado asimismo que puede ser útil a la hora de proteger al organismo contra algunos tipos de cáncer, como el de mama.

No obstante, para producir la cantidad de vitamina D que requiere el cuerpo solo son necesarios entre 10 y 15 minutos de exposición al sol, tres veces por semana, siempre que el sol alumbre de forma directa sobre la piel de la cara, los brazos, la espalda o las piernas. La piel expuesta a la luz solar en espacios cerrados a través de una ventana no producirá vitamina D. La sombra y tener la piel oscura disminuyen asimismo la cantidad de vitamina D que la piel produce.

Defensas, respiración, tono muscular…

Como explica la Academia Española de Dermatología y Venereología, entre los principales beneficios del sol en nuestro organismo en encuentran la mejora del tono muscular y el aumento de la resistencia en general. El sol incrementa nuestra respuesta inmunológica, reduciendo la incidencia de infecciones al aumentar el número de glóbulos blancos y linfocitos en la sangre. La capacidad de trabajo cardiovascular también mejora, así como el proceso respiratorio, especialmente para las personas asmáticas. Asimismo, el sol estimula las terminaciones nerviosas.

Presión sanguínea

La luz solar provoca una dilatación de los vasos sanguíneos superficiales y aumenta la circulación de la sangre en la piel, disminuyendo los valores de presión arterial. La explicación parece encontrarse también en la vitamina D, ya que, en presencia de ella, se reducen los niveles de la hormona paratiroidea, encargada de regular la presión sanguínea.

Hay que tener en cuenta, no obstante, que lo que es beneficioso para una persona con problemas de hipertensión puede no serlo para alguien con niveles normales de tensión arterial, a quien una exposición prolongada al sol puede provocar una bajada brusca de la misma e incluso una lipotimia.

Colesterol

La vitamina D puede proteger al organismo contra algunos tipos de cáncerLos niveles de colesterol entre la población tienden a ser menores durante los meses de verano. Una explicación es que en verano se hace más ejercicio (gracias al buen tiempo, a la mayor cantidad de horas libres y al hecho de que los días son más largos), y se comen más verduras y frutas de temporada. Pero también es cierto que la luz solar es necesaria para metabolizar el colesterol, lo que reduce sus niveles en la sangre cuando nos exponemos a ella durante más horas.

Piel

Como han demostrado diversos estudios (entre ellos, uno publicado recientemente por la Asociación Británica de Dermatólogos), tomar el sol con moderación puede ayudar a mejorar pieles aquejadas de psoriasis o acné.

Estado de ánimo, sexo y sueño

Los rayos ultravioleta estimulan la producción de serotonina y endorfinas, sustancias consideradas como antidepresivas y relajantes, y reguladoras también de aspectos como la temperatura corporal o, junto con la testosterona (favorecida también por el sol), la actividad sexual.

La luz solar ayuda asimismo a dormir mejor, debido a sus efectos sobre la melatonina, la hormona que regula los ciclos del sueño.

Problemas

Quemaduras, insolación

Las consecuencias más obvias e inmediatas de una exposición prolongada y sin protección a los rayos solares son el enrojecimiento de la piel, que puede derivar en quemaduras de hasta segundo grado, y el dolor de cabeza y estados de fiebre relacionados con la insolación.

Se conoce como insolación, golpe de calor, icto solar o infarto de calor, al estado patológico producido en el organismo por el excesivo ardor del sol sobre la cabeza. Se caracteriza por náuseas, vómitos, cefalea, calor en la piel, sopor y alteración de las fibras musculares expuestas a sus efectos. En casos extremos pueden observarse convulsiones y otras afecciones graves.

El golpe de calor no tiene por qué darse exclusivamente en una situación de exposición, directa o indirecta, a los rayos solares. Se produce también por la combinación de altas temperaturas con alta humedad y poca ventilación.

Cáncer de piel

Aunque se generalice al hablar de cáncer de piel, existen varias clases, entre las que destacan los melanomas y los carcinomas cutáneos. Según explica la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), en ambos tipos el principal factor de riesgo implicado en su aparición son las radiaciones ultravioleta solares, sobre todo las de tipo B (UVB) y las de tipo A (UVA). En la piel, estas radiaciones son capaces de producir mutaciones en el material genético (ADN) de las células que componen la epidermis (capa mas superficial de la piel) e impedir su reparación, iniciándose así el proceso de la carcinogénesis o formación de un cáncer.

Melanoma

El melanoma es el tipo de cáncer cutáneo menos frecuente (aproximadamente el 5% de los tumores de piel), aunque en los últimos años está aumentando de forma considerable. Las células afectadas son los melanocitos o células productoras de melanina (pigmento que da color a la piel). Las radiaciones solares alteran su ADN y comienzan a dividirse y crecer descontroladamente, invadiendo los tejidos sanos de alrededor y otros órganos a distancia.

Los efectos dañinos de la radiación UV dependen no solo de la dosis recibida, sino también de la distinta sensibilidad o tolerancia de cada individuo. Esta sensibilidad se ve afectada en gran medida por la cantidad de melanina en la piel. La melanina es el principal factor de protección natural del ser humano frente a la radiación UV, gracias a que absorbe esta radiación e impide su penetración hacia las capas profundas de la piel. A mayor cantidad de melanina, también deberá ser mayor la cantidad de radiación UV necesaria para provocar efectos dañinos.

En consecuencia, los melanomas se desarrollan sobre todo en personas de piel y ojos claros con dificultad para broncearse. La exposición puntual, excesiva e intermitente al sol se relaciona con su aparición, lo que explica que los melanomas se localicen preferentemente en zonas no expuestas al sol de forma habitual, como es el caso de la espalda y las piernas.

El melanoma es mortal si no se trata precozmente y de forma adecuada.

Carcinomas cutáneos

El melanoma es mortal si no se trata precozmente y de forma adecuadaSon los tumores más frecuentes en el ser humano y, de acuerdo con los datos que maneja la AECC, en los últimos años se está produciendo un aumento de los mismos. Aparecen sobre todo a partir de los 50 años de edad.

Las personas de ojos claros y piel blanca expuestas al sol de forma crónica, como en el caso de los trabajadores al aire libre, son las más afectadas por estos tumores. Con gran frecuencia, las lesiones se localizan en la cara, el cuello y las manos.

Envejecimiento prematuro de la piel

Los efectos de la radiación UV solar dependen de su longitud de onda. La doctora Encarnación Núñez Olivera, de la Universidad de La Rioja, explica que, mientras que la radiación UVB produce principalmente eritema y varios tipos de cáncer de piel, la UVA tiene un efecto pronunciado en la capa subcutánea y puede alterar la estructura de las fibras de colágeno y elastina, acelerando el envejecimiento de la piel, que con el paso del tiempo puede arrugarse, aumentar en espesor o tornarse áspera.

Trastornos en la vista

A diferencia de la piel, cuya exposición al sol es más peligrosa en las horas centrales del día (entre el mediodía y las cuatro de la tarde,), la vista es más susceptible de ser dañada por la radiación solar en el amanecer o el atardecer, cuando el sol está más bajo y sus rayos inciden en los ojos de un modo más directo.

El sol, además, puede ser igual de dañino para la vista en un día nublado, ya que, cuando el cielo está cubierto, las nubes absorben parte de la luz, pero no toda la radiación ultravioleta.

Los daños de una excesiva luz solar en los ojos pueden ser a corto plazo, como la queratoconjuntivitis, o acumulativos y permanentes, incluyendo patologías crónicas como la pinguécula, el pterigium o las cataratas.

Inhibición del sistema inmunitario

El sol puede ser igual de dañino para la vista en un día nubladoSi la exposición moderada a la luz solar favorece el reforzamiento del sistema inmunitario, una exposición excesiva a la radiación ultravioleta puede llegar a inhibir el funcionamiento normal de las defensas naturales del cuerpo y, especialmente, de la piel.

Consejos

Moderación

La única defensa totalmente efectiva contra las consecuencias negativas de la exposición al sol es la moderación. Según un estudio recién publicado en la revista científica Nature, y en el que ha participado una investigadora del Instituto de Neurociencias, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández de Elche y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el poder de los rayos del sol es tan fuerte que ni las cremas solares de factor 50 –el máximo– protegen completamente contra el melanoma.

Berta López Sánchez-Laorden, coautora del estudio, asegura que el uso de estas cremas protege contra los daños inmediatos de la radiación, como las quemaduras solares, pero añade que esta radiación «puede penetrar, dañar el ADN de las células y provocar cáncer».

El Factor de Protección Solar

En cualquier caso, el uso de cremas protectoras, combinado con exposiciones moderadas al sol, gorros para proteger la cabeza y gafas de sol adecuadas, sigue siendo fundamental, y es importante elegirlas y utilizarlas correctamente. Para ello existe el llamado Factor de Protección Solar (FPS), que aparece en las cremas solares y otros productos fotoprotectores, y que sirve para determinar el tiempo que podemos estar al sol sin quemarnos.

La elección del fotoprotector idóneo dependerá del tipo de piel y de la cantidad de radiación UV. Se recomienda escoger siempre una crema de protección solar Alta (FPS 30) o Muy Alta (PFS 50+), y con filtro físico para los niños menores de dos años y químico para el resto de la población. Dependiendo de la sensibilidad cutánea de cada individuo, la dosis de radiación incidente, el ángulo de incidencia del sol y la duración de exposición al sol, se deberá aplicar una crema u otra.

El tiempo

Lo más importante es evitar las horas de mayor incidencia solar, es decir, entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde. Además, las primeras exposiciones al sol deben ser progresivas, en periodos de 10, 15 y 20 minutos, y preferiblemente en movimiento. No es recomendable más de media hora al día de exposición directa.

Puede ser útil recordar que cuanto más cortas son las sombras (porque el sol está más alto), más peligroso es el sol.

Cómo y cuándo aplicar la crema protectora

Antes de tomar el sol se debe evitar el uso de productos que contengan alcohol y perfumes, como colonias o desodorantes, ya que pueden dar lugar a manchas oscuras en la piel. Además, la piel debe estar correctamente hidratada, limpia y sin maquillaje.

Las cremas protectoras deben aplicarse unos 30 minutos antes de la exposición solar, que es el tiempo que tarda la piel en absorberlas, y se debe repetir la aplicación siempre después de un baño o de una excesiva sudoración. Según la encuesta Avène Hábitos Solares 2014, el 98% de la población española usa protección solar, pero una gran parte desconoce cómo hacerlo correctamente:  el 30% no se renueva de forma adecuada la protección, y solo un 5% declara ponerse mucha cantidad de crema.

Es preferible no exponerse al sol con el pelo mojado o húmedo, ya que los rayos ultravioletas hacen más daño al cabello cuando éste no está seco, y es aconsejable hidratar la piel convenientemente después de tomar el sol, mediante una ducha y la aplicación de crema hidratante.

Días nublados y radiación difusa

Las cremas protectoras deben aplicarse unos 30 minutos antes de la exposición solar, que es el tiempo que tarda la piel en absorberlasLas cremas de protección solar deben usarse también en los días nublados, puesto que, como se ha mencionado, la radiación ultravioleta atraviesa las nubes.

Se debe tener en cuenta asimismo la reflexión de la radiación UV por parte del agua, la arena o, especialmente, la nieve. Son importantes tanto la radiación solar directa como la llamada radiación difusa, reflejada por el suelo.

Gafas

El uso de unas gafas de sol adecuadas es imprescindible para proteger los ojos de la radiación solar, sobre todo en el caso de los niños menores de 12 años, ya que hasta esa edad el cristalino es especialmente transparente, lo que favorece la absorción de radiaciones UV.

Hay que tener en cuenta que un color de lente muy oscuro no garantiza automáticamente que las gafas filtren correctamente la luz UV, y que, en caso de no hacerlo, la pupila dilatada (al no llegarle tanta luz visible) recibirá aún más radiación UV.

Más que la mayor o menor oscuridad de la lente (o que el precio de las gafas), lo importante es comprobar que las gafas de sol que vamos a usar incluyen una serie de códigos de seguridad, entre ellos, la marca «CE», que garantiza el mínimo de calidad en la UE; el Estándar Europeo sobre Gafas de Sol –UNE-EN 1836:2006+A1:2008 –; la referencia al filtro para la radiación UVA; y el número de categoría de filtro, o factor de absorción –entre 0 y 4–.

Según datos ofrecidos por la Asociación Europea de Gafas de Sol, el 30% de las lentes solares que se comercializan en España provienen de mercadillos o puestos callejeros y no pasan los controles sanitarios adecuados.

Montaña

Cuanto mayor es la altitud, la atenuación de la radiación UV por la atmósfera es menor. En la montaña se deben utilizar cremas con fotoprotección más altas, ya que el riesgo de padecer quemaduras se incrementa un 4% cada 300 metros de altura.

Bronceado cosmético (rayos UVA)

La mayoría de los expertos desaconsejan el uso de técnicas de bronceado artificial mediante lámparas especiales (cabinas de rayos UVA), o insisten en que se utilicen con la máxima prudencia, comprobando periódicamente el tipo de radiación ultravioleta que emiten. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recomendado que los menores no utilicen este tipo de cabinas.

Un estudio realizado en 2012 por investigadores del Instituto Internacional de Investigación en Prevención de Lyon (Francia), en colaboración con el Instituto Europeo de Oncología en Milán, y con datos de 18 países (incluido España), concluyó que de los casi 64.000 nuevos casos de melanoma diagnosticados cada año en Europa occidental, el 5,4% están relacionados con el uso de cabinas de bronceado. Según esta investigación, los usuarios de estas cabinas presentan un riesgo de padecer cáncer de piel un 20% superior a las personas que nunca han acudido a un centro de bronceado. El riesgo se duplica si se empieza a recibir esta radiación ultravioleta antes de los 35 años.

Mitos

Entre las creencias falsas más comunes sobre los efectos de la radiación solar están las siguientes, recogidas, en su mayoría, por la Universidad de la Rioja en su página web:

  • «El sol no es más peligroso ahora que en tiempos de nuestros abuelos». Falso: la capa de ozono estratosférico está disminuyendo como consecuencia de ciertas actividades humanas y, por tanto, está aumentando la cantidad de radiación UV que llega a la superficie terrestre.
  • «El sol en invierno y primavera no es peligroso». Falso: hay que tomar precauciones en todas las estaciones del año, porque la cantidad de radiación UV recibida depende también de otros factores, como la latitud, la altitud, la reflexión desde el suelo (o el agua, o la nieve), etc.
  • «Nunca te quemarás en un día cubierto». Falso: aunque las nubes atenúan la radiación UV, no la bloquean por completo, y la radiación difusa es suficientemente intensa como para quemarte, a no ser que las nubes estén muy bajas o sean muy gruesas.
  • «Nunca te quemarás mientras estás en el agua». Falso: el agua atenúa la radiación UV, pero te puedes quemar incluso dentro de ella.
  • «El bronceado te protege completamente de las quemaduras por el sol». Falso: el bronceado es una reacción de la piel a la exposición a la radiación UV, y sólo protege parcialmente.
  • «Si no siento calor cuando estoy al sol, no me quemaré». Falso: la radiación UV no se siente porque es absorbida por las capas más externas de la piel. La sensación de calor procede de la radiación infrarroja, no de la UV.
  • «Es necesario estar al sol mucho tiempo para poder sintetizar la vitamina D». Falso: el tiempo de exposición necesario para la producción de vitamina D es tan corto, que es suficiente con la radiación UV recibida durante nuestras actividades diarias al aire libre.
  • «Las cremas solares protegen durante tiempo indefinido». Falso: las cremas solares protegen, pero su eficacia decrece después de la aplicación. No se debe estar al sol más tiempo del indicado por el FPS.
  • «Las sombrillas protegen totalmente de los peligros del sol». Falso: la tela de la sombrilla no es un filtro UV. Bajo la sombrilla se mantiene un 35% de la radiación solar, y se puede generar el efecto contrario al deseado, al hacer más prolongada la exposición.

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